Travessant la muntanya de Santa Fe

El passat dissabte dia 30 de gener férem la Caminada des de Fenollet a la Vall de Cabó.

Els caminants fórem 17. De Barcelona vingueren, la família Jaureguízar, Lluís i Glòria, amb els seus fills Lluís, Tomi i Javi; la família Manich, Joaquim i Montserrat, amb el seu fill Àlex; Enrique Tormo, Javier García de Arevalillo i Jordi Piferrer. De Matadepera: Salvador Taló i Joaquima Valls; i d’Igualada: Octavio Rico, August Brossa, Mateo Toledo i José Manuel García.

Ens trobàrem puntualment a les 9,30 a la Plaça de les Homilies d’Organyà i sortírem tot seguit en cotxes cap a Fenollet. Allà ens esperava Mn. Ignasi Sala, que celebrà missa a l’ermita de sant Miquel que hi ha a Fenollet. Després esmorzàrem tots a la casa de Fenollet i cap a les 11,45 sortírem en direcció al Coll de Santa Fe, on arribàrem cap a les 13,30. Aquí llegírem alguns textos històrics de l’expedició de 1937.

La baixada per la cara nord de la muntanya de Santa Fe fou ràpida, de manera que a les 15,30 estàvem a la carretera de Cabó a l’alçada de la casa de l’Oliva. En total empràrem unes 4 hores en fer el trajecte des de la casa de Fenollet a la carretera de Cabó, més o menys el mateix temps que els de l’expedició de l’any 1937.

Finalment, tots arribàrem en cotxe a la Font de la Bordonera, sota Fenollet, on el grup d’Igualada ens obsequià amb una magnífica costellada.

Tot plegat, una vegada més, gaudírem d’un dia esplèndid, amb una mica de fred però que el caminar foragita ràpidament. Tot baixant pel bosc de Santa Fe cantàrem cançons tradicionals que féu més ràpida i distreta la baixada.

Adjuntem el relat del Diari que Francisco Botella escriví el dia 29 de novembre de 1937:

Hacia las cinco de la tarde, nos avisan para prepararnos para partir: pero se retrasó bastante, pues habían llegado unas personas aje­nas a la casa y había que esperar a que se fueran.

(…) Por fin, hemos salido a las seis y cuarto. Frío sentimos al salir de nuestro dormitorio. Se forma la monótona fila consabida, dispuestos a andar horas, ¡ya veremos cuántas! En la dispo­sición de la fila, nos colocamos convenientemente para que nos sirvamos de ayuda unos a otros.

A los pocos minutos de ir por un pomposamente llamado ca­mino por el guía, -que en realidad es una mala senda-, hace el hombre una señal y nos recomienda silencio extremado.

Una vez de que el guía se ha cerciorado de que no hay nadie, continuamos nuestra marcha, que tras una media hora de andar por la senda dicha, se transforma en una subida bastante violenta [la Canal del Grau del Fangueret ] que dura una hora y durante la cual descansamos cerca de un riachue­lo [l’aigua que baixa per la canal], donde bebemos con bastante ansiedad.

Hemos llegado a la cumbre del monte que escalamos [és el Coll de Santa Fe], y, tras un descanso, iniciamos la bajada. Esta bajada es molesta, pues los árboles no dejan pasar luz alguna [baixaven per dins del bosc] y no se ve ningún camino. Seguimos al guía muy juntos unos a otros; y, aún así, nos es muy difícil andar por allí. Se ve un valle muy profundo; nos dice el guía que hay que bajar hasta el río, que va por el fondo, y subir por el otro monte [la muntanya d’Ares] que es más alto que el que bajamos ahora. Nos asustamos un poco. Bajamos mucho y resbalamos mucho.

Hacia las ocho menos cuarto divisamos, por entre los árboles ya menos espesos, el pueblo de Fígols [podria ser Organyà]. Después oímos las ocho campanadas del reloj de ese pueblo.

Continuamos la bajada del monte Cabó y, a las diez llegamos al valle y muy cerca de un puesto de carabineros. Mucho silencio, y seguimos la carretera durante un cuarto de hora. Este trozo es bastante peligroso, según afirma el guía. Después de dejar la carretera, nos internamos por unas sen­das que, pasando por casas de campo, conducen al río. También ha sido peligroso este rato, pues los perros nos saludaban al pasar cerca de esas casas [L’Oliva].