Pamplona, Pallerols, Ribalera, Fenollet, Andorra, siguiendo las huellas de San Josemaría

La última semana de mayo, un grupo de diez alumnos del Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa, de Pamplona, acompañados de tres sacerdotes estuvieron unos días de convivencia en Pallerols de Rialb con visitas a lugares emblemáticos del paso de los Pirineos hasta llegar a Andorra, siguiendo las huellas de San Josemaría Escrivá en su «camino de liberación», en el otoño de 1937.

Los sacerdotes fueron: Don Constantino, Don Fernando y Don Miguel; y los diez seminaristas: Masahiro, de Japón; Sylvestre, de Camerún; Jorge, de Colombia; Javier, de España; Ian y Fernando, de Brasil; Mark, Gerald, Carlo y Aurelius, de Filipinas.

Algunos de los asistentes han escrito esta crónica que adjuntamos.

El lunes 28 de Mayo después de algunas horas de viaje y una breve visita al castillo de Loarre (Huesca) llegamos a Pallerols de Rialb. Nos dio la bienvenida un fuerte aguacero con rayos y truenos. En seguida nos acomodamos en el refugio, estuvimos rezando un rato en la Iglesia, saludamos a la Virgen de la Rosa y visitamos la Rectoría. Allí recordamos el paso de san Josemaría por Pallerols y el favor que recibió de Santa María para seguir con confianza en Dios el camino hacia Andorra. Para cenar, Josep, de la fonda de Peramola, nos había preparado un motón de cosas. Esto junto al calor de la chimenea y el gran ambiente que había entre todos fue transformando la tormenta en un cálido ruido de fondo.

Al día siguiente, al despertar, tuvimos una meditación y rezamos los laudes. Desayunamos en el refugio y nos pusimos en marcha hasta la cabaña de San Rafael. Salió una mañana luminosa y fresca. Esta vez sí que se trataba de una magnífica mañana de primavera. Al llegar a la cabaña, don Fernando, don Constantino y don Miguel celebraron la Santa Misa en un altar hecho con algunas maderas como el que utilizó San Josemaría en los días que pasó en aquellos bosques. Allí leímos una parte del diario del paso de los Pirineos. Nos impresionó mucho la alegría y la presencia de Dios que San Josemaría y los que iban con él mantuvieron en momentos tan difíciles y en condiciones tan precarias.

Nuestro segundo día lo dedicamos a hacer un tiempo de retiro espiritual. Aprovechando que los pronósticos nos habían anunciado que llovería, nos quedamos toda la mañana en la Iglesia de Pallerols a rezar. Tuvimos la Santa Misa, dos meditaciones y rezamos el Vía Crucis. Al mediodía -como era la fiesta de San Fernando y teníamos que celebrar el santo de don Ferndando y de Fer decidimos hacerlo por todo lo «alto» y fuimos a comer a Can Fenollet. Allí pasamos un buen rato de sobremesa, Jorge tocó la guitarra y cantamos. Al final de la comida nos sorprendieron con una estupenda tarta de nata de la que dimos buena cuenta. Al lado de la casa donde comimos, se encuentra el corral en el que San Josemaría pasó el día 29 de noviembre. Estaba celosamente custodiado por un velludo perro, que por la constancia de su ladrar, no sabíamos si nos daba la bienvenida o si quería más bien apartarnos de aquel lugar. Algunos de nosotros, los más habilidosos como Masahiro o Jorge, se las arreglaron para engañarle y consiguieron meterse dentro del corral.

Ya en Pallerols, al final de la tarde, pasamos un buen rato después de la cena aprendiendo canciones de letras alegres, vibrantes y hondas que nos gustaron mucho.

El objetivo del día siguiente era llegar al barranco de la Ribalera. Salimos del refugio después de desayunar y dejamos la furgoneta y el coche en la casa de la Penella. Desde allí fuimos caminando por la pista forestal hasta encontrar las señales azules y amarillas del camino. Llegamos allí poco antes del mediodía. Con las lluvias de estos días pudimos ver el barranco con pequeñas caídas de agua. Algo parecido, quizás, a la cascada que describe el diario del paso de los Pirineos. Gerald preparó en seguida las cosas para celebrar la Misa y allí, sobre una roca, celebraron don Fernando, don Miguel y don Constantino. Fue una pasada redescubrir una vez más que en cualquier lugar en el que nos encontremos podemos hacer presente a Jesucristo, que Dios no nos deja nunca.

El último día de la convivencia lo reservamos para visitar Andorra. A primera hora tuvimos una charla de formación cristiana y a continuación salimos para Sant Julià de Lòria. Celebramos la Eucaristía en la primera iglesia no profanada que vio san Josemaría tras iniciar el paso de los Pirineos y pudimos admirar la estatua en bronce de San Josemaría que recuerda su llegada a esta iglesia la mañana del 2 de diciembre de 1937.

Después de contemplar muchos paisajes hermosos, comimos en un sitio abierto entre las montañas de Andorra, fue una ocasión para compartir experiencias de la convivencia y estrechar lazos de amistad. Al terminar, partimos hacia Andorra la Vella y Escaldes-Engordany. En este último pueblo visitamos la actual iglesia y rezamos una estación ante el Santísimo Sacramento. La antigua iglesia, que ya no existe, estaba enfrente de la actual y en ella San Josemaría celebró su primera misa en Andorra. Después de un breve paseo por aquella zona, retornamos a Pallerols.

A última hora, después del rezo de vísperas y de un rato de oración personal, comenzamos a preparar una barbacoa que, aunque estuvo amenazada por la lluvia, fue el «broche de oro» con el que terminamos nuestra estancia en Pallerols. Aurelius y Mark mostraron sus mejores dotes culinarias y comimos de maravilla. Aquella cena fue bastante divertida y amena, con los usuales chistes de don Tino y los recuerdos más graciosos de los días anteriores.

Fueron unos días muy alegres y divertidos y nos despedimos con la ilusión de volver pronto.