Unos días de convivencia y descanso

Transcribimos una crónica que nos envió uno de los participantes de Pamplona:

Un año más: de Bidasoa a Pallerols (del 29 de mayo al 4 de junio)

Después de haber subido lo necesario a las furgonetas hicimos la visita al Santísimo y tras la bendición de viaje por el Rector del Colegio Mayor Eclesiástico Bidasoa, don Juan Alonso García, partimos de Pamplona nueve seminaristas, un diácono y tres sacerdotes, para seguir las huellas de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Era un grupo muy internacional: Sri Lanka, Filipinas, Brasil, Colombia, México, El Salvador. Era la mañana del día 29 de mayo.

Tras dos horas de viaje, acompañadas de música, plática, oración…, nos detuvimos a comer en el castillo de Loarre, donde se abrió el primer concurso de nuestra convivencia, don Fernando lo llamó «el mejor selfie«. La competencia fue tal que desde los primeros minutos ya Mario estaba haciéndose fotos con los caballos que se encontraban en ese sitio y Mon empezaba a sacar a relucir su postureo fotográfico.

Del Castillo de Loarre partimos hacia Pallerols. Cuando llegamos ahí, nuestro destino, distribuimos las cosas traídas y nos instalamos en los sitios para dormir. A continuación tuvimos la oración de la tarde y rezo de vísperas.

Pasamos a la cena, donde disfrutamos de los platillos de don Miguel, Gerald y Mark. Y surgió el segundo concurso «la cuchara de oro», como lo llamó don Miguel presentando a sus candidatos. Escuchábamos las historias del lugar contadas por don Tino y convivimos como lo que somos, una familia con deseos de santidad.

Antes del examen de conciencia se distribuyeron los encargos y el horario de la convivencia. Rezamos Completas y tras ello nos fuimos a dormir.

En nuestro primer día en Pallerols, 30 de mayo, gracias a don Miguel que celebró la Santa Misa antes, hicimos la oración de la mañana en presencia del Señor en el Sagrario. Nos dio la meditación don Fernando y luego rezamos laudes. Sobre las 10:30 tuvimos la primera charla, con don Miguel, sobre la santidad de la Iglesia.

Al terminar la charla iniciamos nuestra caminata rumbo a la Cabaña de San Rafael, unos cuantos llegamos antes guiados por Gerald, mientras que los demás venían tras los pasos de don Tino. Ya en la cabaña Óscar leyó el libro, Entre la noche y la esperanza, mientras don Tino nos exponía con detalle la historia ahí ocurrida.

Tuvimos la Santa Misa al aire libre, en un altar de maderos colocado a unos metros de la cabaña; presidió la celebración don Fernando, ya que estábamos celebrando su santo y el del prelado del Opus Dei. Ahí mismo en la cabaña comimos, a continuación tertulia amenizada por los chistes y anécdotas de don Tino, y todos cantamos acompañados por la guitarra de Bruno. También rezamos el Rosario y tras de ello volvimos a Pallerols aunque por un camino distinto, para ver la balsa donde San Josemaría y los más mortificados se bañaban. La visita a la cabaña fue una experiencia única, que Mario describió en un mensaje de WhatsApp un día después: «Recorrer los pasos de un santo es una maravilla. Nos da la alegría de vivir en cierto modo la experiencia de aquellos hombres de Dios. Todavía más, se percibe la llamada a la santidad en cada paso que recorremos. Esta es la gran bendición que experimentamos al seguir esas huellas que dejó San Josemaría».

Al volver tuvimos charla con don Tino sobre la historia de Pallerols, apoyado por la lectura de algunos pasajes del libro de Jordi Piferrer, que fue haciendo Óscar. Después de ello hicimos un rato de oración y rezamos las vísperas.

De cena tuvimos unas deliciosas tortillas de patata acompañadas de ensalada y butifarras, y de postres frutas y tarta con motivo de san Fernando. Celebramos así esta fiesta muy unidos al Padre y a don Fernando. Mario recordó a don Juan Antonio Gil, que siguió tan fielmente los pasos de San Josemaría y del que todos guardamos un recuerdo muy especial. Desde el Cielo seguro que nos sigue ayudando. Después del brindis, más canciones.

El segundo día, 31 de mayo, tuvimos meditación con don Miguel y rezo de laudes, después una charla con don Tino sobre el amor a la Iglesia. Enseguida nos preparamos para salir hacia la Ribalera.

Transcurridos unos 30 minutos en furgoneta por una pista de tierra, iniciamos nuestra caminata a la Ribalera. Al llegar a un desvío señalizado nos separamos en dos grupos: los que fueron por un atajo y los que fuimos por el camino más largo pero también más llano. Los del atajo llevaron consigo las cosas para la Santa Misa, porque deberían llegar antes.

Pasada una hora y cuarenta minutos aproximadamente Gerald y Ángel llegaban a nuestra meta. Habían hecho el camino largo y, sin embargo, al llegar a la Ribalera no encontraron a nadie. Los del atajo no llegaban, se habían perdido por el bosque. Fue Mark, que conocía el camino del año pasado, el que reencontró las señales amarillas que habían perdido y pudieron volver al camino. Poco tiempo después llegaron a la Ribalera sanos y salvos. No fueron los últimos, pues todavía quedaban por llegar don Tino y Óscar. Después de tomar un respiro, celebramos la Santa Misa. Luego hicimos la acción de gracias y preparamos las cosas que traíamos para comer.

La vuelta de la Ribalera la hicimos por el camino ancho y nos pusimos a cantar. Nunca como ese día las montañas habían escuchado cantos eucarísticos en versión polifónica, pues llevábamos con nosotros a unas cuantas de las mejores voces del coro de Bidasoa. Al llegar al punto donde el camino se hacía más tranquilo iniciamos el rezo del Santo Rosario, dirigido por Lucas y con las letanías cantadas por Bruno con la melodía latina que había aprendido de su abuela.

Al llegar a las furgonetas merendamos, regresamos a casa, y luego hicimos la oración de la tarde, con una meditación dirigida por don Fernando. Después cenamos, vimos un vídeo de una tertulia de San Josemaría con sacerdotes, hicimos el examen y nos fuimos a dormir.

El tercer día, 1 de junio, hicimos un día de retiro: tuvimos meditación con don Miguel, Eucaristía con laudes, charla con don Tino, viacrucis, meditación con don Fernando, y con la bendición del Santísimo concluimos nuestro retiro.

Fuimos a comer a la casa de Fenollet, donde Rosa nos deleitó con suculentos platillos acompañados con bebida fruto de la vid. Bruno, para agradecer a Rosa y a su familia la gran acogida que nos dieron, cantó ‘O sole mio y Granada al mejor estilo de Plácido Domingo. Al acabar bajamos rezando el rosario y fuimos a bañarnos en unas pozas del río Valldarques, cerca de las Masies de Nargó. Allí pusimos remedio al calor y disfrutamos mucho. Eso sí, hubo quien se llevó algún susto con una inocente serpiente de agua o con los tábanos que andaban «hambrientos y buscando a quien devorar».

El día 2 de junio Lucas lo describe así: Hemos empezado el día con una meditación seguida de la Misa de la Ascensión del Señor en la iglesia de Pallerols, celebrada con especial solemnidad. Después de desayunar, hemos ido a Andorra parando antes en el río de Civís, a los pies del Barranco de la Cabra Morta, que San Josemaría tuvo que superar para llegar a Andorra.

Al llegar a Andorra hemos visitado la parroquia de Sant Julià de Lòria, que fue el primer pueblo al que San Josemaría llegó. Allí hicimos un rato de oración recordando que fue la primera Iglesia no profanada que encontró San Josemaría desde hacía mucho tiempo. Recientemente han restaurado la Iglesia y han colocado unos magníficos mosaicos de Marco Ivan Rupnik que nos ayudaron también a rezar. Por la tarde fuimos a Andorra la Vella y Escaldes, recorrimos sus calles y pasamos por delante del lugar donde se hospedó San Josemaría y los que iban con él. Para terminar el día hicimos una barbacoa en Pallerols y cantamos hasta que se hizo de noche.

Al día siguiente, 3 de junio, nos esperaba ya la despedida de la convivencia. Por la mañana, celebramos la última Misa en Pallerols, recogimos todo, organizamos las furgonetas y nos pusimos en marcha hacia Torreciudad. Allí pudimos hacer una visita a la Virgen y una parada técnica para comer y darnos un chapuzón en la piscina de El Poblado. El viaje se nos hizo un poco más largo que a la ida. Quizás porque todos teníamos un poco de pena de dejar aquellos lugares tan especiales de los bosques de Rialb, que se convirtieron en camino de liberación para muchas personas y en heroico cumplimiento de la voluntad de Dios para san Josemaría.