Una expedición muy bien preparada

Adjuntamos una crónica de uno de los expedicionarios, el Dr. Javier García-Valiño, joven profesor de filosofía. Aunque sea un poco larga, vale la pena leerla por su riqueza descriptiva.

Una vez terminado el curso académico y al comienzo de las vacaciones escolares, doce jóvenes del club universitario Pinatar (Murcia) esperábamos con ilusión el inicio de nuestro viaje hacia el Pirineo catalán, para seguir las huellas de san Josemaría: por el mismo «camino de liberación» que, durante la guerra civil española (1936-1939), recorrieron él y siete jóvenes acompañantes, junto a otros fugitivos, del 19 de noviembre al 2 de diciembre de 1937.

Nos proponemos, pues, hacer la travesía integral.

Los doce expedicionarios de Pinatar, procedentes de diversos lugares de la Región (Murcia, Alquerías, Cieza y Librilla), son: Santi (director de la expedición), Pedro, Pepelu, Guillermo, David, Diego, Ezequiel, Ernesto, Pascual, Francisco, Javier y D. Antonio (sacerdote).

Va a ser una intensa convivencia itinerante, en la que todos vamos a tener mucho tiempo para conversar y cultivar la amistad, tratar al Señor, revivir la aventura de aquellos ocho valientes y contemplar las maravillas de la naturaleza: la belleza de la creación. Bien sabemos que el camino y la navegación son, en nuestra tradición literaria occidental, las mejores metáforas de la existencia humana.

Salimos de Murcia el día 13-VII, sábado, y regresamos desde Andorra el día 19, viernes.

El día 13 por la tarde llegamos a Oliana (Lleida), donde se presenta Jordi Piferrer (1), que nos entrega sus dos libros sobre la ruta. También conocemos allí a tres amigos, antiguos compañeros del colegio de los padres marianistas de Valencia: D. Constantino (2), Paco y Javier. Los hemos reencontrado en todas las etapas, aunque ellos han hecho una versión light del camino. La diferencia de edad no ha sido obstáculo, en modo alguno, para entablar una relación muy cordial con ellos.

Desde Oliana, Jordi nos conduce al punto de partida: el puente de Peramola sobre el río Segre.

Jordi y Octavio (3) -éste se presentó al tercer día-, que han investigado y escrito obras rigurosas y amenas sobre el camino, nos han guiado bien y nos han prestado apoyo logístico (con un vehículo todo terreno) hasta el final, apareciendo y desapareciendo «por sorpresa» en varios momentos y lugares, y acompañándonos a pie en algunas etapas.

La travesía ha sido bastante dura: hemos caminado muchas horas en cada jornada, con una orografía muy accidentada, superando grandes desniveles. El cansancio y ciertas incomodidades, que hemos aceptado con alegría, han formado parte de esta experiencia, de esta memorable aventura.

Al terminar la tercera jornada (el día 16), en Noves de Segre, estábamos tan cansados que Santi decidió con gran sensatez que descansáramos en ese pueblo durante la mañana del día siguiente: la cuarta jornada se abrevió y caminaríamos sólo por la tarde.

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(1) Jordi Piferrer Deu (1942) es ingeniero industrial, montañero experto y autor de varios libros sobre esta misma temática. El principal, que usamos durante la travesía, es: El pas dels Pirineus. Les rutes d’evasió cap a Andorra i l’aventura de sant Josepmaria Escrivà de Balaguer a la tardor de 1937, Pagès editors, Lleida 2012. También usamos otro libro suyo: Camino de Andorra, Albada, Terrassa 2004, que es una guía para senderistas y montañeros que recoge una descripción y planos de cada una de las etapas. Otra obra suya es: Andorra, tierra de acogida, Rialp 2010.

(2) D. Constantino Ánchel, sacerdote de la Prelatura del Opus Dei, es una de las personas que mejor conocen la biografía del fundador de la Obra, y la historia del paso de los Pirineos en particular. Desde 1975 hasta 2000, trabajó en la oficina para las causas de los santos de la Prelatura en España (Madrid).

(3) Octavio Rico y Dámaso Ezpeleta son coautores del primer libro monográfico sobre el paso de los Pirineos: Cruzando la noche. San Josemaría Escrivá, otoño de 1937. El paso de los Pirineos, Albada, Terrassa 2004. Octavio, licenciado en Ciencias Geológicas, es profesor de Ciencias naturales en un Instituto de enseñanza secundaria (en Igualada, Barcelona) y autor de varios artículos sobre biología evolutiva, paleoantropología y filosofía de la ciencia.

A continuación, se relatan brevemente cada una de las jornadas.

Día 13 de julio, sábado

La tarde del día 13, subimos en vehículos desde el puente de Peramola (Lleida) hasta Pallerols, en la Baronía de Rialb. Vemos desde allí Cal Vilaró, donde los fugitivos pasaron la noche del 20-XI-1937.

Visitamos la rectoría de Pallerols, donde durmieron la noche del 21 al 22. Allí, tras una noche angustiosa, san Josemaría encontró una rosa de madera dorada y vio en ella un signo favorable de la voluntad de Dios, que le devolvió la paz.

Luego, D. Antonio y D. Tino concelebran la santa misa en la iglesia de Pallerols. En una capilla lateral, leemos un bello poema alusivo a san Josemaría y la rosa de madera, de un monje de la abadía de Montserrat.

Esa tarde vamos a Peramola, donde algunos compran provisiones, cenamos a las afueras del pueblo, junto a una fuente, y nos alojamos en dos casas.

Día 14 de julio, domingo

Después de desayunar en aquel mismo lugar, nos ponemos en camino y recorremos la primera etapa, desde Pallerols hasta la Ribalera, a través de los hermosos bosques prepirenaicos de la Baronía de Rialb. Afortunadamente, toda la ruta (los 101 km) está perfectamente señalizada con dos colores: azul y amarillo, lo cual es muy de agradecer. (No obstante, en etapas posteriores, encontraremos ciertas dificultades en algunos tramos para encontrar las señales; p.e., en la ascensión hacia el pueblo de Ares).

Llegamos a la cabaña de san Rafael (así la denominó san Josemaría), hecha con troncos, en medio del bosque. Allí, el fundador de la Obra y sus acompañantes vivieron cinco días (del 22 al 27 de noviembre), emboscados, esperando el momento de salir con el guía hacia Andorra. Nos sentamos y leemos con emoción algunos textos de los diarios que aquéllos escribieron (recogidos en el libro de Jordi), imaginando cómo vivían. Vemos el altar donde san Josemaría celebraba la misa con gran unción.

Continuamos el camino y, tras varias horas, llegamos a la Casa del Corb, donde los fugitivos descansaron desde las 12 de la noche del 27-XI hasta las 3 de la mañana del 28. Seguimos caminando hasta llegar a un extenso «prado de verduras de flores esmaltado» (4), cerca ya de la Ribalera. Pasando esa pradera, acampamos en el bosque, en tres tiendas de campaña, junto al sendero. Al atardecer, tormenta, lluvia y granizo. Cae la noche.

(4) Durante estas largas caminatas, era fácil evocar y recitar versos de poetas hispanos como Garcilaso de la Vega, san Juan de la Cruz (aquel «contemplativo itinerante») o Antonio Machado; p.e., de san Juan: «¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del amado! / ¡Oh prado de verduras, / de flores esmaltado, / decid si por vosotros ha pasado!» (Cántico espiritual: pregunta de la esposa a las criaturas); de Machado: «Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / caminante, no hay camino: / se hace camino al andar (…)» (Proverbios y cantares, XXIV); de Garcilaso, describiendo un locus amoenus como los que hemos encontrado a lo largo de nuestro camino: «Corrientes aguas, puras, cristalinas, / árboles que os estáis mirando en ellas, / verde prado de fresca sombra lleno, / aves que aquí sembráis vuestras querellas (…)» (Égloga I).

Día 15 de julio, lunes

Nos levantamos temprano y subimos hasta el barranco de la Ribalera, al pie del monte Aubenç. «Llegamos a una profunda hondonada en el escarpado de una montaña de rocas rojizas» (5). Allí san Josemaría celebró la última Eucaristía antes de entrar en Andorra, el día 28-XI-1937, en un lugar agreste y rocoso. También nosotros la celebramos allí, con emoción y recogimiento, sobre una piedra que hace las veces de altar.

Después, larga ascensión por una pendiente muy pronunciada: la subida a la montaña de Aubenç, por la canal de la Jaça. Superada ésta, llegamos a la hermosa pradera y fuente de Aubenç, donde descansamos un rato y llenamos las cantimploras.

Pasamos cerca de la casa de Aubenç y seguimos en dirección a Fenollet, bajando por la cara norte de la montaña. Es una etapa muy larga, pero también muy hermosa por los paisajes que vamos contemplando.

Hambrientos y cansados, con calor, llegamos hacia las 16 h. (o más tarde aún) al lugar previsto para comer: un punto del río de Valldarques (afluente del río de Sallent que desemboca en el Segre) en el que las límpidas y frescas aguas se remansan formando una gran poza. Aunque disponíamos de muy poco tiempo para descansar, casi todos se bañan en el río, antes de comer, y algunos nadamos y buceamos en la poza. Tras este baño tonificante, compartimos los víveres junto al río.

Sin tiempo para echar una mínima siesta, Santi nos da la orden terminante de reemprender el camino. Larga caminata durante la tarde, a través de hermosos parajes, ignotos y remotos.

Por fin, llegamos muy cansados a la casa de Fenollet, que actualmente es una bonita casa rural, donde nos acoge la señora Rosa con gran hospitalidad, practicando el consejo paulino (6) y petrino (7). El padre de Rosa fue el muchacho que, siguiendo el mismo consejo, sirvió agua y alimentos a los fugitivos, que estaban en un corral (un aprisco techado) próximo a la casa de Rosa.

Rosa nos lava la ropa sucia y nos sirve una copiosa y sabrosa cena, que nos hace recobrar fuerzas y pensar que, a pesar de todo, el mundo está bien hecho. Animada tertulia de sobremesa. En la otra mesa, nuestros tres amigos de Valencia. D. Tino, atento y solícito, está empeñado en que cenemos muy bien.

Cielo estrellado con luna creciente. Sueño profundo y reparador entre apacibles montañas.

(5) Palabras tomadas del relato de Pedro Casciaro (1975), citadas por J. Piferrer, opus cit., pp. 76 y 78. Cfr. el interesante relato, muy preciso y detallado, en P. Casciaro, Soñad y os quedaréis cortos, Scriptor, Madrid 1994.

(6) «(…) practicando la hospitalidad» (Rm 12,13).

(7) «Sed hospitalarios unos con otros» (1 Pe 4, 9-11).

Día 16 de julio, martes

Gozoso desayuno, con café, leche de vaca recién ordeñada y deliciosa mermelada casera de varias frutas, elaborada por nuestra anfitriona. Después, ella entrega magnánima a Javier todos los botes de mermelada, que él no duda en meter en la mochila ante el estupor de algunos…

Dando gracias al Señor y a Rosa, emprendemos con alegría la tercera jornada del camino bajo el amparo maternal de la Virgen del Carmen, Stella maris, cuya fiesta hoy celebramos. Ella nos ha acompañado desde el principio.

Esta etapa va a ser la más dura; en particular, la ascensión hasta la aldea de Ares. En ella, el grupo de san Josemaría llegó hasta la borda de Conorbau, pero nosotros vamos a llegar bastante más lejos: hasta el pueblo de Noves de Segre, en el que aquellos caminantes no llegaron a entrar.

Tras caminar media hora aproximadamente por una senda, comenzamos una subida muy pronunciada, por la Canal del Grau del Fangueret, hasta llegar a la cumbre del monte: el Coll de Santa Fe. Tras un descanso, iniciamos la bajada, larga y hermosa, hasta llegar al valle, y cruzamos el río de Cabó, afluente del Segre, pasando cerca de la casa de la Oliva.

Acompañados por Octavio, comenzamos un largo y penoso ascenso, por una ladera muy pendiente de la sierra de Ares. Para la mayoría de nosotros, como para aquellos expedicionarios, ha sido el tramo más duro de toda la travesía. La ascensión hasta la aldea (deshabitada) de Ares, con un intenso calor, fue tan dura que bien puede calificarse de «atroz».

Durante toda la jornada, Pepelu ha padecido dolores en pies y piernas que le dificultan la marcha y le obligan a ir más despacio; en particular, durante la ascensión a Ares; pero él, con voluntad firme y tenaz y el apoyo de sus compañeros, se empeña en continuar caminando hasta Noves de Segre, adonde llegará reventado. En las dos últimas jornadas no va a poder caminar ya con el grupo, pero sí nos prestará apoyo moral y logístico.

Llegamos extenuados a Ares. Comemos junto a una fuente de agua fresca, sobre la hierba, entre inhóspitas ortigas.

En el pueblecito desierto de Ares, Jordi nos indica las casas que lo componen: Cal Fiter, Cal Nadal, Cal Duric y Cal Rei; la iglesia y la rectoría. Vemos el corral de Cal Fiter, donde la expedición descansó una hora larga, hasta las 3 de la madrugada del 30-XI-1937.

Después de comer, sin tiempo para echar siquiera una breve siesta, reemprendemos la marcha por un camino cómodo a través de un bosque abierto, hasta la borda de Conorbau, donde el grupo de san Josemaría descansó el día 30-XI (desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde).

Cerca de la borda, vemos a lo lejos, por primera vez, La Seu de Urgell. Continuamos descendiendo, y pasamos junto a la borda y la casa de Baridá. El descenso se nos hace interminable. Al final, llegamos a un camino forestal que va a media altura, paralelo al río Segre, hasta que cruzamos el río de la Guardia, afluente del Segre, y entramos en Noves de Segre.

Al llegar al pueblo nos congregamos todos -también los tres valencianos- en la iglesia parroquial (por cierto, muy bien cuidada), para la celebración de la santa misa, en honor de nuestra Señora del Carmen. Concelebran los dos sacerdotes, y predica D. Tino.

Al terminar, vamos a la casa, nos duchamos en la terraza con una manguera de agua fría, bajo la lluvia, cenamos y disponemos las esterillas y los sacos de dormir sobre el suelo. El sueño nos vence muy pronto.

Día 17 de julio, miércoles

Algunos del grupo hacemos la oración y participamos en la santa misa a las 9, en la iglesia parroquial. Luego, desayunamos todos juntos en la casa.

Se aprovecha la mañana para tareas logísticas. Santi, D. Antonio y Pedro van a Peramola a recoger los vehículos. Después, Santi y Pedro van a comprar provisiones a un pueblo cercano. Empleamos la soleada mañana en diversos menesteres, como visitar el pueblo o ir leyendo el libro de Jordi, que es una joya. Algunos bajan al río, que está cerca.

Comemos juntos en la casa. Tras recoger todo, vamos en los vehículos hasta el campo de golf de Aravell, junto al río de Aravell. El tramo que no hemos hecho a pie discurre muy cerca del curso del Segre, pasa junto a la Parroquia de Hortó, cerca de Adrall, por la Borda del Riu (junto al río de Castellbó) hasta Aravell, dejando el pueblo a la izquierda.

Esta tarde, la mayoría emprendemos el camino desde el golf en dirección a las Rocas de la Caubella y Cal Roger. Mientras tanto, Octavio, Pepelu y Ezequiel suben en un coche todo terreno hasta la Collada de la Torre, lugar donde acamparemos. Así nos prestarán un gran servicio: montar las tiendas en un hermoso prado cercado por el bosque.

Los que subimos a pie desde el golf de Aravell, entramos en un hermoso bosque abierto, de tipo mediterráneo, con roble, carrasca, encina, etc. Vamos subiendo, viendo una gran nube oscura: amenaza tormenta, pero va a llover muy poco. La larga ascensión nos permite apreciar la transición del bosque mediterráneo a otro muy diferente, en el que predominan las coníferas.

Nos detenemos en una fuente de agua muy fresca, la Font de la Guàrdia, donde todos descansamos y llenamos las cantimploras.

Proseguimos la marcha hasta la Collada de la Torre. Allí nos espera la unidad de intendencia, con las tiendas perfectamente montadas. Al cabo de poco rato, nos sorprende la lluvia: vamos con rapidez a las tiendas. Más tarde, Pepelu intenta encender un fuego, pero la madera está húmeda y no prende.

Por medio de Santi, Octavio se despide de nosotros. Todos le estamos muy agradecidos.

Atardece y cae la noche. Es la última vez que pernoctamos antes de entrar en Andorra.

Día 18 de julio, jueves

Nos levantamos temprano, desayunamos y desmontamos las tiendas.

Pronto comenzamos la última jornada del camino, desde la Collada de la Torre hasta el pueblo de Sant Julià de Lòria, en el principado de Andorra. Va a ser una jornada dura y calurosa, pero la ilusión de llegar a la meta va a ser más fuerte que el cansancio y todas las demás penalidades. En cambio, «a quienes no saben adónde van, todos los vientos les son adversos» (Nietzsche).

Mientras caminamos, Santi y Pepelu van en el vehículo de apoyo. Todos sabemos que les habría encantado poder hacer con nosotros esta última jornada hasta la tierra prometida.

Desde la Collada de la Torre bajamos en dirección al río de Civís, afluente del río de la Valira, atravesando un bosque frondoso. Algunos van hablando de Nietzsche y otros filósofos.

Poco después de vadear el río, iniciamos el ascenso más duro de esta jornada: el tremendo barranco de la Cabra Morta, topónimo que vemos muy apropiado, hasta alcanzar el collado del mismo nombre. Terminada la ascensión, entramos en el bosque de Lluçà y caminamos por él largo rato. Pasamos junto a la borda de Lluçà y la ermita de Santa María de Feners. Esta pequeña ermita románica, en ruinas, se está restaurando, y se conserva en otro lugar la hermosa talla de la Virgen con el Niño.

Vemos, abajo, el pueblo de Argolell, así como otras aldeas y casas en la montaña.

Atravesamos el arroyo de Argolell e iniciamos en seguida una subida muy pronunciada. Un cuarto de hora después ¡cruzamos la frontera andorrana!, y más arriba Mas d’Alins, la primera casa que encontramos en Andorra, donde hay una vaquería y una bonita ermita románica dedicada a san Esteban. Descansamos junto a ella, a la fresca sombra de los árboles.

Poco después, tomamos el camino que va hacia Fontaneda y Sant Julià, que en seguida se convierte en una carretera asfaltada. Dejamos a la derecha la casa de las Pardinas. Vamos atajando, hasta que llegamos a la borda del Gastó, donde reaparece nuestro amigo Jordi, y allí, en una arboleda próxima, nos sentamos a comer. Luego rezamos el rosario, como hemos hecho los días anteriores.

A continuación, sin tiempo para la siesta, iniciamos el último tramo del camino: el descenso hasta Sant Julià. Vamos muy rápido: tanto que sorprendemos a Jordi y Santi, al llegar al pueblo mucho antes de lo previsto. Por fin, superando todos los obstáculos, hemos llegado a la meta, como Ulises a Ítaca. Somos un gran equipo.

Al entrar en el primer pueblo andorrano, llenos de alegría, nos hacemos una foto de grupo y luego hacemos lo mismo que san Josemaría y sus compañeros: ir a la iglesia y hacer la visita al Santísimo, para darle gracias. Jordi nos presenta al párroco del pueblo, mosén Josep Chisvert i Villena, hombre alegre y cordial que nos da la bienvenida: Andorra, tierra de acogida.

Hacemos la visita al Señor, con gran emoción, y visitamos también la iglesia parroquial; en particular, una capilla de la primitiva iglesia románica, donde contemplamos un bello retablo barroco, muy bien restaurado, y una escultura, obra de Rebeca Muñoz, que representa a san Josemaría, con sotana y de rodillas ante el sagrario, después de la dura y peligrosa travesía por las montañas y los bosques. Él y sus intrépidos acompañantes visitaron esta iglesia hacia las 9 de la mañana del día 2-XII-1937 (8).

(8) La escultura se hizo con ocasión del 75o aniversario de su llegada a esta iglesia. Fue bendecida por el arzobispo de Urgell y copríncipe de Andorra, mons. Joan-Enric Vives, y por el obispo prelado del Opus Dei, mons. Javier Echevarría, el día 1-XII-2012.

Después nos alojamos en el tradicional y antiguo hotel Pol, donde esta tarde no hay agua caliente: nos duchamos con agua fría.

A las 19’30 h., D. Antonio y D. Tino concelebran la Eucaristía con D. Josep en el altar mayor de la iglesia. Mosén Josep preside y pronuncia una hermosa homilía, dirigiéndose especialmente a los jóvenes que, siguiendo las huellas del fundador de la Obra y sus valientes acompañantes, hemos llegado al final del camino. Sus palabras hacen que nos sintamos en casa, en familia.

Luego, algunos nos tomamos unos refrescos con los tres valencianos. Después vamos a cenar en un bar cercano. Tras solicitar los platos, muy hambrientos, la providencia dispone que tarden en servirnos más de una hora: tiempo que aprovechamos para conversar animadamente sobre muchos temas.

Dormimos en el hotel.

Día 19 de julio, viernes

El viernes a las 9 de la mañana, D. Antonio celebra la misa en la capilla de san Josemaría, y D. Tino en el altar mayor. Como los días anteriores, pronuncia una breve homilía. En ella reflexiona sobre el significado espiritual del camino de liberación, exhortándonos a liberarnos de todo lo que es un lastre y nos impide cumplir la voluntad de Dios.

Al terminar la acción de gracias, nos despedimos de mosén Josep. Él, muy cariñoso, nos ofrece la rectoría y otras casas para cuando volvamos a hacer el camino o convivencias en esa zona.

Desayunamos todos en el hotel, y luego nos despedimos de Jordi y de nuestros tres amigos valencianos.

Llenos de alegría y, a la vez, con una cierta pena, emprendemos el viaje de regreso desde las montañas catalanas al reino de Murcia: una región cálida, remota y periférica de la península Ibérica, donde abundan los árboles frutales.

Jamás olvidaremos la aventura que hemos vivido, porque «la gratitud es la memoria del corazón» (J. Wood Krutch).