Octavio Rico nos cuenta sus observaciones geológicas mientras recorre el Camino de Andorra

Itinerario 3: Barranco de la Ribalera – Les Masies de Nargó

Las sorpresas que nos depara esta jornada, además de la colocación del pesebre junto a la casa de Aubenç, acompañada -por supuesto- de la tradicional celebración navideña, son de tipo principalmente paisajístico y botánico.

La geología del macizo de Aubenç tiene un gran interés, por supuesto; pero el mayor goce de esta excursión lo dan, seguramente, las grandiosas panorámicas que pueden contemplarse hacia el sur desde la cumbre de Aubenç. Después, mientras se va descendiendo por la cara norte, en dirección a Les Masies de Nargó, nos dejan boquiabiertos los paisajes que se van sucediendo hasta enlazar con las altas cumbres del Pirineo leridano y andorrano. Ver la Fig. 1. Panorámica de los Pirineos desde el monte Aubenç

Desde el punto de vista geológico, recordemos que el Aubenç es un macizo sedimentario de composición predominantemente calcárea, o sea, formado por rocas de origen químico y bioquímico del grupo de las calizas. Eso quiere decir, ni más ni menos, que las rocas que lo forman se originaron mediante procesos de precipitación de las sales que había disueltas en las aguas que, hace mucho tiempo, invadían el «mar pirenaico». Todo esto ocurría en el período geológico del Cretácico, en el tramo final de la Era Mesozoica, o sea, hace algo menos de 100 millones de años. Desde entonces, ha pasado tanto tiempo que, claro, ni nuestros abuelos se acuerdan ya de aquellos sucesos.

Lo cierto es que al finalizar el período Cretácico en aquella cuenca pirenaica se acumularon una enorme cantidad de sedimentos, muchos de ellos en medios marinos; otros, en ambientes sedimentarios mixtos (deltas), después de ser arrastrados por los ríos procedentes del macizo del Ebro (que ahora ya no existe) y de los nacientes relieves pirenaicos. Con el tiempo, esos sedimentos acabaron convirtiéndose en los conjuntos de estratos que hoy perfilan los cortados de esta sierra y que recorreremos a lo largo de la jornada. Ver la Fig. 2: Panorámica del Aubenç

Entre las rocas principales del macizo, los geólogos han identificado sobre todo calizas nodulosas y margocalcáreas, que son rocas formadas en ambientes de plataforma marina. Estas rocas las vemos sobre todo en la subida por la canal de la Jaça, hasta la misma cima del Aubenç. Es fácil encontrar fósiles entre los estratos, pues en aquel mar interior, como en los actuales, había una gran diversidad de organismos vivientes. Con tiempo y paciencia, se pueden encontrar, por ejemplo, restos de moluscos, como los ammonites o los hipurites (una clase de bivalvos). También son abundantes los péctenes, unas conchas muy parecidas al Pecten jacobaeus (o concha de Santiago), que es la típica concha que llevan colgada al cuello, o en el sombrero, los peregrinos que hacen el camino de Santiago. La diferencia es que los péctenes que encontramos en las laderas del Aubenç vivieron en estos lugares hace casi cien millones de años. En la Fig. 3 podemos ver a un pequeño caminante enseñando un Pecten -molusco marino del Cretácico superior- encontrado en la Canal de la Jaça

En la collada del Aubenç, y después, ya en la bajada hacia Les Masies de Nargó, veremos un nuevo tipo de rocas: calizas bioclásticas, areniscas y bioconstrucciones. Más abajo de la casa de Aubàs, pasarán a dominar el terreno las margas, las rocas arcillosas y las areniscas. Estos últimos materiales, las areniscas, son las que dominan ya plenamente al llegar a los alrededores de Les Masies de Nargó. Es frecuente ver en ellas la estratificación cruzada, que es una estructura sedimentaria bastante típica de rocas procedentes de sedimentos depositados por ríos. En la Fig. 4 podemos ver las areniscas del Cretácico, con estratificación cruzada

Sobre el terreno, a lo largo de esta excursión, solo se recorren unos 12 kilómetros de distancia, pero en términos temporales el avance es de una magnitud mucho mayor: nada menos que de unos 20 millones de años. Si el punto de partida, en los alrededores del barranco de la Ribalera era de unos 85 millones de años, el punto de llegada de esta tercera etapa, en Les Masies de Nargó, nos «lanza» veinte millones de años más adelante, hasta el final del Cretácico (hace 65 millones de años).

Uno de los rasgos de la sierra de Aubenç que debemos destacar es el de su orientación geográfica. La divisoria de aguas del macizo (la carena de la sierra, para entendernos) sigue la direcció Este-Oeste. Esa orientación explica, en parte, el marcado contraste que puede observarse entre la solana (cara sur de la sierra), y la umbría (que encontramos en la cara norte). Además de la orientación geográfica, hay que resaltar la fuerte asimetría que se observa en este macizo, es decir, las diferencias de pendiente entre sus laderas norte y sur. Así, mientras que la ladera norte va descendiendo suavemente hacía Les Masies de Nargó, la cara sur, en cambio, muestra fuertes pendientes, que en muchos puntos constituyen cortados prácticamente verticales. Esta asimetría tiene mucho que ver con la historia geológica del macizo que, como vimos en la excursión anterior, guarda relación con los deslizamientos de materiales hacia el sur (cabalgamientos y mantos de corrimiento) que tuvieron lugar durante la formación de los Pirineos. Es una historia larga y compleja en la que no entraremos ahora (se nos podría enfriar la sopa…). Baste con decir que los procesos de deformación (plegamientos, fracturas, etc.), fueron seguidos más tarde por los fenómenos erosivos (que continúan actualmente), y que son los causantes últimos del modelado que podemos ahora contemplar y admirar. Como también lo contemplan las aves, como el buitre común, y otras especies características de estos parajes, tales como la perdiz común o el buho real. Ver Fig. 5: Buitre común, Fig. 6: Búho real i Fig. 7: Perdiz común

Desde la cumbre del Aubenç, si dirigimos nuestra mirada hacia el sur, podemos contemplar uno de los panoramas seguramente más bellos y espectaculares que pueden admirarse desde estos contornos. Se observa perfectamente, la Depresión Central (con la Cuenca de Oliana en primer término), y las sierras exteriores del Prepirineo, entre las que destacan majestuosas la Sierra de Sant Honorat y la Roca del Corb. Más a la derecha, pueden verse los bosques de la Baronía de Rialb. En días claros, se llega a divisar en la lejanía la montaña de Montserrat, pero en época invernal es frecuente ver otra estampa, a causa de las densas y plomizas nieblas que suelen llenar los valles y depresiones. Mucha gente se queda extasiada al contemplar por primera vez en su vida un «mar de niebla» desde las alturas. Y es que hay que reconocer que es un espectáculo ciertamente grandioso. Tiene algo de mágico y resulta difícil de explicar. ¡Hay que verlo con los propios ojos! Para hacerse una idea, ver la Fig. 8

La subida por la cara sur del Aubenç es exigente, no solo por lo abrupto del terreno, sino también por la abundante vegetación espinosa, predominantemente arbustiva, que domina en el terreno durante toda la ascensión. A la vegetación espinosa, se añade otro problema: la gran cantidad de piedra suelta (derrubios de ladera) que tapiza el camino. Estas gravas, más bien angulosas, poco desgastadas, son los canchales (tarteras) que se forman como consecuencia de la alteración que sufren las rocas por la acción combinada del hielo-deshielo. A la larga, esas múltiples congelaciones acaban por disgregar completamente las rocas, que quedan así reducidas a gravas. Este fenómeno de meteorización, o disgregación de las rocas, es lo que los geólogos llamamos gelifracción.

Por las razones apuntadas, y por el peculiar clima de la zona (un clima mediterraneo semihúmedo, que aquí tiene algunas características típicas del clima de montaña), es normal encontarse en esta ladera sur con especies vegetales muy especializadas, como el enebro, el ciprés y la coscolla.

Muchas especies, como la manzanilla y el tomillo, son aromáticas. Ya casi en la cumbre, llaman la atención unas matas arbustivas bajas, de formas almohadilladas; parece como si alguien hubiese dispersado por los suelos unos cuantos cojines. El problema de estos peculiares «cojines» es que son tremendamente espinosos, pues se trata de lo que en Cataluña se conoce como «coixinet», eriçó o cadireta de pastor, ver la Fig. 9. Se trata de una especie de altura y frío, preparada para convivir con las nieves y los vientos cortantes que dominan con frecuencia la carena de esta sierra.

Sobre nuestras cabezas se siguen viendo buitres, con su característico y majestuoso vuelo en círculos, en busca de las corrientes térmicas ascendentes. Los bosques de pino, haya y roble se van sucediendo, a medida que descendemos hacia Les Masies de Nargó. A diferencia de las hayas, que en esta época ya están desnudas, los robles aun conservan la hoja, aunque ya a punto de caer, con sus típicos tonos cobrizos. El buen observador puede disfrutar de algunas bellas estampas contemplando los bosques mixtos de pino y roble, con sus típicos contrastes cromáticos, según se ve en la Fig. 10.

Las condiciones climáticas de los últimos meses del año suelen crear en las comarcas de Lleida situaciones, más o menos prolongadas, de inversión térmica. Cuando se dan esas condiciones, que coinciden generalmente con anticiclones y tiempo estable y soleado en toda Catalunya, suelen aparecer también las nieblas, que llenan los valles y depresiones, propiciando la formación de los llamados «mares de niebla». Cuando se dan esas condiciones meteorológicas, es posible contemplar imágenes tan sugerentes y espectaculares como las que en esta excursión pudieron verse en las inmediaciones del pantano de Oliana. Ver la Fig. 11, con el embalse de Oliana y la ermita de Castell·llebre asomando entre la niebla.

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