Formación, descanso, oración, cantar, reir

Desde Pamplona, algunos de los participantes nos envían la crónica de estos días pasados en Pallerols y Andorra

Diez seminaristas del Seminario Internacional Bidasoa (Pamplona), acompañados por tres sacerdotes, siguieron del 22 al 27 de julio los pasos de san Josemaría en su camino hacia Andorra en 1937. Oración, canto, muchas risas y también un muy buen apetito caracterizaron los seis días que este grupo estuvo en el Paso de los Pirineos.

22 de Julio – Día 1

Llegamos a Pallerols a última hora de la tarde, tras visitar en Peramola el pajar donde san Josemaría y sus acompañantes durmieron la primera noche en su camino hacia Andorra. Somos diez seminaristas de distintos países: Colombia, Filipinas (2), Guatemala (2), Nicaragua, Sri Lanka (2), Venezuela y Vietnam. Nos acompañan tres sacerdotes españoles —los tres valencianos, para ser más precisos.

Luego de rezar en la iglesia, dedicada a san Esteban, donde san Josemaría encontró la rosa que le devolvió la paz, recorremos la casa donde vamos a vivir estos días. ¡Impresionante! El «horno» donde el Fundador del Opus Dei pasó aquella noche de angustia, el antiguo cuarto del sacerdote de la rectoría, la antigua cocina… Y también la nueva cocina del refugio donde nos vamos a quedar. Calentamos los espaguetis y las tortillas que hemos traído (cortesía de don Miguel, uno de los sacerdotes) y, después de comer, rezamos completas.

23 de Julio – Día 2

Hemos podido descansar, a pesar de algún que otro ronquido. Salimos de Pallerols en dirección a la cabaña de San Rafael hacia las 11 de la mañana. Antes hemos tenido una meditación, predicada por don Juan Francisco, y una charla, después de un desayuno «de emperador» (varios se justifican diciendo que es necesario hacer acopio de energías para las excursiones a la montaña).

Nos encontramos con la cabaña de San Rafael tras media hora caminando. Descansamos un poco —tampoco hemos andado mucho, hay que reconocerlo— y leemos textos referentes al paso de san Josemaría por aquella cabaña, donde jocosamente él y sus compañeros proclamaron una «república democrático-dictatorial». Nos disponemos a celebrar la Misa en el altar hecho con troncos que está justo en frente de la cabaña. Es una experiencia única celebrar la Eucaristía, con toda la dignidad posible, en medio de la naturaleza.

Comemos y rezamos el Rosario. Regresamos por otro camino, contemplando los paisajes pirenaicos. Después de asearnos, ya en el refugio, don Tino nos cuenta la historia de la vocación sacerdotal de san Josemaría. Merendamos y rezamos en la iglesia. La oración culmina con las vísperas y luego tenemos un rato libre, que aprovechamos para explorar los alrededores y subir un pequeño monte frente a la iglesia donde algunos disfrutamos de un colorido atardecer con un paisaje impresionante.

El día culmina con una cena, aunque pese la conciencia, también «de emperador»: macarrones, butifarra catalana y, el toque light, la ensalada.

24 de Julio – Día 3

Don Miguel, en la meditación, nos habla de la Palabra de Dios —del Evangelio—, de la Santa Misa y de cómo darnos completamente a los demás. Desayuno, en el que nos proponemos acabar los macarrones que sobraron del día anterior (Colligite quae superaverunt fragmenta, ne pereant!). Tras la charla, emprendemos el camino hacia la Ribalera: allí san Josemaría celebró su última Misa, sobre una roca, en territorio español, antes de llegar a Andorra.

En el camino, algunos toman el atajo, que al final tiene una cuesta empinada; los otros —aconsejados por la «prudencia» que da los años— siguen la vía normal. Todos, unos antes, otros después, llegamos a la Ribalera. Bebemos un poco de agua, para no romper el ayuno eucarístico, y celebramos la Misa.

Como no podía faltar, comemos unos deliciosos bocadillos. Leemos el diario de la expedición de san Josemaría y también lo que cuenta en el suyo Antonio Dalmases. Leer el diario en los lugares donde todo ocurrió es realmente potente, un pequeño viaje, en la imaginación, que nos transporta a ser compañeros de san Josemaría en su expedición. Y, para conmemorar lo que ellos vivieron, don Tino saca también —como ellos hicieron en la Ribalera— una botella de cognac (aunque, a diferencia de ellos, no rompemos la botella). Una copita para cada uno, si bien algunos no la beben. Ya tenemos energía para volver el camino de dos horas.

Al llegar a donde estaban los coches, uno de nosotros se da cuenta de que ha perdido sus gafas en el camino. Cinco nos quedamos a desandar el camino, a ver si están en el tramo final. Nuestros custodios nos facilitan las labores de búsqueda: no habían pasado mas que unos pocos minutos cuando don Miguel grita: ¡Aquí están las gafas! Roven, que era quien las había perdido, respira aliviado y sonríe, como un buen filipino sabe hacerlo.

Cenamos y, tras lavar los platos y rezar completas, algunos salimos a contemplar el cielo estrellado. ¡Qué bien se ven los astros sin la luz de la ciudad! Fue un espectáculo y una muestra de la grandeza de Dios.

25 de Julio – Día 4

Hoy celebramos Misa en la iglesia de Pallerols. Solemnidad del Apóstol Santiago. Durante la mañana tenemos un breve retiro espiritual. ¡María danos una rosa, como se la diste a san Josemaría! Terminamos con una bendición con el Santísimo.

Nos dirigimos a Fenollet en coche para comer. Allí san Josemaría y sus acompañantes tuvieron la última comida fuerte antes de salir de España. Rosa, que es la hija del niño que llevaba a la expedición de san Josemaría la comida, nos ofrece ensalada, paella, pollo, ciruelas, crema catalana, miel y mató, flan y hasta higos confitados. ¡No podemos defraudar a Rosa! Comimos… comimos mucho. Que lo diga Pedro.

A la vuelta, vemos un documental espectacular sobre el paso de los Pirineos. Por la noche, vemos otra vez las estrellas. Esta vez, Julio tiene una aplicación donde identificamos cada constelación… ¡a dormir!

26 de Julio – Día 5

Mañana nos vamos, así que hoy es nuestro último día en Pallerols. Don Miguel nos predica una meditación sobre la amistad con Jesucristo y celebramos la Misa dominical. Acolita Renato, que está de cumpleaños. Le cantamos en el desayuno.

Vamos hacia Andorra. Algunos decidimos subir a Mas d’Alins, la última montaña que hace de frontera; otros prefieren ir en coche. Al final, dos de los que van en la expedición montañera deben llamar a los coches para que los recojan: la subida empinada impide que puedan seguir. ¿Causa? En un caso, cirugía de cadera; en otro, golpe de rodilla. Para ambos: golpe en el orgullo.

Nos reencontramos al otro lado de la montaña, ya en territorio andorrano. Se une a nuestro grupo Alfred Llahí, que nos hace de guía. Comemos y visitamos los lugares relacionados con San Josemaría: la primera parroquia donde fueron a rezar él y sus acompañantes, los lugares donde celebró Misa, el hotel donde se hospedaron… Nos hacemos una foto en Andorra la Vella, en el mismo lugar en el que la hicieron aquellos primeros del Opus Dei. José hace un montaje y compara las dos fotos. ¡Son casi iguales!

Al regresar (algunos dormimos en el viaje, por supuesto, sin querer queriendo), celebramos el cumpleaños de Renato y el final de nuestra estancia con una buena barbacoa: chuletillas de cordero, butifarra, morcilla… Tenemos una tertulia nocturna donde hacemos una ronda de preguntas a Renato: libro que más le ha gustado, su primer recuerdo de Bidasoa, la situación más vergonzosa por la que ha pasado… luego, a cada uno, le hacemos alguna pregunta también. Fue una tertulia con muchas risas, divertida y perfecta para terminar la última noche.

Epílogo: 27 de Julio – Día 6

Última meditación, don Tino nos predica sobre nuestra Madre, la Virgen María y celebramos la Misa. En el desayuno, le dan el premio «tenedor de oro» a Hernando: democráticamente, es el que más ha comido. Democráticamente.

Nos despedimos de la Virgen de Pallerols, Nuestra Señora del Roser (Rosal, Rosario), y nos tomamos una foto con ella.

En el camino de vuelta a Pamplona, pasamos por Torreciudad: la Virgen no nos suelta. Rezamos y luego un rato de piscina en El Poblado. Tras la comida, volvemos al Santuario y vemos un vídeo-mapping recién estrenado, que se ve sobre el retablo. ¡Alucinante!

Llegamos a Pamplona sanos y salvos. Deo gratias. Ha sido una convivencia maravillosa. Irrepetible… No, mejor no. Mejor que podamos repetir y volver.