Reviviendo caminos de libertad

El 19 de junio de 2021 varios jóvenes del Colegio Mayor Mendaur emprendimos el viaje a Lleida para realizar el paso de los Pirineos. Éramos 12 universitarios, provenientes de Bilbao, Madrid, Mallorca, Valencia, Málaga, Logroño, Barcelona, Palencia y Pamplona. Decidimos alojarnos en Pallerols para vivir la experiencia al máximo. Los más atrevidos dormían en el «horno», donde pasó la noche San Josemaría.

​Hicimos tres etapas: la primera de Peramola a La Ribalera, la segunda desde Sallent hasta el Riu de Cabó, y la tercera de Aravell al Riu de Civís. La última etapa, hasta San Juliá de Loria, no pudimos hacerla por el mal tiempo. A pesar del esfuerzo requerido para realizar las etapas, conseguimos completarlas sin complicaciones. Aun así, en varias ocasiones revivimos las escenas del paso original, en 1937, contando las caídas a causa de las pendientes y los calzados menos montañeros que algunos habían decidido llevar. El resultado no pasó de varios tropiezos y algún rasguño sin importancia.

​Los más montañeros disfrutaban en silencio de los paisajes, mientras que los demás aprovechaban las travesías para incoar cantos varios y para tratar temas de conversación más profundos o para proponer juegos y adivinanzas. El ambiente era bastante simpático, y cuando alguien hacía amago de quejarse acabábamos entre risas, animando a los menos experimentados en el arte de andar.

​Al final de cada etapa, en la tertulia que seguía a la cena en Pallerols, repartíamos lo que alguno dio en llamar «Barbie points«, para los que habían incoado alguna queja con frases del estilo «¿queda mucho para llegar?», «estoy cansado», o «¿paramos para hacer un descanso?». Era una oportunidad de recordar algunos de los momentos más duros con gracia. En cierto momento, alguno sugirió que repartiésemos también «Vargas points«, en honor a Juan Jiménez Vargas, para premiar al más recio, al que mejor había aguantado el ritmo sin vacilar. La inspiración vino de los ratos en los que leíamos el relato original, al comprobar que Juan era el que sostenía al grupo, sin mostrar debilidad en ningún momento.

Durante las caminatas, cuando llegábamos a un lugar más destacado, aprovechábamos para leer las secciones del libro Camino de Liberación referidas a esa etapa, para imaginarnos mejor la situación de los primeros y para animarnos pensando en las inmensas facilidades que teníamos nosotros en comparación: sin frío, caminando de día, con calzado adecuado, descansando todos los días en Pallerols, y sin perdernos ninguna comida.

​El último día, en el que no pudimos caminar por el mal tiempo, aprovechamos para ir a Andorra y rezar en la iglesia de Sant Julià de Lòria, donde una estatua en bronce recuerda el momento en que San Josemaría pudo saludar a Jesús sacramentado después de llevar más de 16 meses sin poder entrar en alguna iglesia que no hubiera sido profanada.

Aprovechamos también para ver allá un partido de España en la Eurocopa. Ya en el camino de vuelta a Pamplona, recordamos los mejores momentos de las excursiones, y creo que todos teníamos en la cabeza una cosa clara: había merecido la pena revivir de cerca, pisando sobre sus huellas y aprendiendo de sus relatos, las jornadas que llevaron a San Josemaría y a aquellos jóvenes como nosotros a través de los Pirineos.