La ilusión de subir la canal de la Jaça
¡Mirad las vistas, las vistas! Juancho señalaba hacia las montañas que quedaban a nuestra izquierda. Intentaba hacernos ver a los noveles dónde quedaba la roca y la Cova del Corb. Este pequeño parón la verdad es que nos sirvió para descansar un poco y contemplar la belleza del paisaje. Sólo habían transcurrido veinte minutos desde que habíamos salido de la Ribalera, pero el ascenso se había tornado más inclinado de lo que pensábamos.
Éramos un grupo de jóvenes del Colegio Mayor Mendaur (Pamplona) que estábamos pasando unos días de descanso en la Cerdanya, y la posibilidad de realizar una etapa del Paso de los Pirineos nos entusiasmó a todos. Nos montamos en una pequeña furgoneta azul y tras unas dos horas por carretera y un pequeño rato de caminata llegamos a la ladera del monte Aubenç. En esos momentos no podíamos creer que en dos horas y media estaríamos en la cima.
Comenzamos la travesía entre cantos y bromas. Una de las cosas que claramente caracterizaba a nuestro grupo era la variedad de acentos: Juancho y Xavi, catalanes, Juanjo, aragonés, Dani, gallego, otro Dani, ecuatoriano, Juan Carlos, mexicano, y Alfonso y Carlos, el que escribe, andaluces.
Lo primero que encontramos, antes de llegar a la Ribalera, fueron unas ruinas de una casa de piedras entre rojizas y marrones que se camuflaban con las rocas de la sierra. Luego, un extenso campo de flores violetas, con el zumbido de las avispas de fondo. Por último, nos adentramos en los árboles. Muchos no lo sabíamos entonces, pero sólo quedaban unos 25 minutos para llegar a la Ribalera.
Un gran corte del monte Aubenç descendía en una pared anaranjada hasta donde nos situábamos. Parecía que el paso de los años y el viento habían conseguido hacer un pequeño hueco donde resguardarse. Unas manchas verdosas nos señalaban que en otras épocas del año seguramente por ahí caería agua. Habíamos oído hablar mucho de ese lugar, pero de los ocho que íbamos sólo dos habían estado antes. Nos sentamos a beber un poco de agua.
A muchos nos venía a la mente, al estar en ese lugar, las palabras de Pedro Casciaro: «Al fin, después de una larguísima caminata, llegamos a una profunda hondonada en el barranco de la Ribalera, en la escarpadura de una montaña de rocas rojizas. Allí, antes de ponernos a descansar, el Padre dijo que quería celebrar la Santa Misa. El lugar elegido no fue dentro de la hondonada, sino cerca de ella, al aire libre, un poco más abajo de una pequeña cascada originada por las filtraciones de la montaña».
Una vez terminado el alto en el camino nos dirigimos, a través de la canal de la Jaça, hacia la cima. A nuestra izquierda dejábamos unas vistas preciosas, que durante un rato contemplamos. Tras este periodo de subida, tocaron unos metros de poca pendiente que se pasaron muy rápidos, la verdad. En nada, nos situamos ante una cuerda que nos ayudaría a subir más fácilmente. En apenas unos minutos, ya estábamos en la cima.
En lo alto del monte Aubenç, el viento que corría lo recibimos como el premio que se da cuando se gana una competición deportiva. Nos tumbamos sobre la hierba y a descansar un rato.
El descenso tardó más de lo que pensábamos. No sabemos si fue porque no queríamos dejar ese lugar o que el hambre había podido con las energías de más de uno. Ya de vuelta, en la Ribalera comimos y repusimos esas energías. Y en un pispás estábamos en la furgoneta en dirección Pallerols.
Ya que estábamos por la zona aprovechamos y visitamos la Iglesia de Pallerols. Vimos las obras de la casa de la rectoría y la escalera que comunicaba la sacristía con dicha casa. Aquí terminó nuestra aventura de realizar una etapa del Paso de los Pirineos, con la satisfacción de todos los miembros de la excursión y las ganas de hacer más.









Gracias mil por esta crónica y las fotos. Qué buen regalo ha sido para mí en la mañana del día de la Virgen del Carmen. Campeones¡¡
Muy bien por AZ!!!! Magnífico recorrido.
Nos puedes enviar algunas fotos y una pequeña crónica? Te lo agradeceremos!!!
Lo he hecho recientemente y es una experiencia única! pero con algo más de recorrido, desde la casa Torrent hasta el puente de la carretera de Coll de Nargo y que sgues el camino a Can Fenollet.
MARAVILLOSO.