En total fuimos 35 personas: de Lleida, Igualada, Barcelona, Sant Cugat y Manresa. Desde Madrid vino la familia Jaureguízar-Gratacós.

Salimos del Puente del Codó a las 10:45 y llegamos a Fenollet a las 14:15. Tardamos 3,5 horas. En Fenollet, comimos pan con tomate y embutidos, que Rosa nos preparó magníficamente. Celebramos con un buen pastel el aniversario del nacimiento de Pablo: ese mismo día cumplió 10 años!

A las 15:15 salimos de la casa de Fenollet hacia la montaña de Santa Fe, donde llegamos a las 16:45, empleando 1,5 horas para superar la fuerte subida del Grau del Fangueret y llegar al Coll de Santa Fe.

La bajada hacia el valle de Cabó por la cara norte del monte de Santa Fe, es muy directa y se produjeron algunas caídas, con alguna torcedura de brazo, pero sin graves consecuencias. La experiencia nos enseña que es muy conveniente llevar palos para guardar el equilibrio en estas bajadas, tanto en este tramo como en todos los demás del Camino de Andorra.

Adjuntamos una descripción que hace Antonio Dalmases en su Diario del año 1937:

La oscuridad es tan grande que no se ve más que la silueta del compañero que va delante a un paso de distancia, luego tenemos que cogernos con los bastones para no perdernos. Cada hora paramos unos minutos para descansar y beber o, mejor, mojarnos la boca. Como no se ve dónde se colocan los pies, se colocan mal y duelen y se magullan terriblemente.

En el paso del río de Sallent escribe:

El agua está helada pero al pie le va muy bien pues los refresca y limpia, a pesar de que los guijarros se clavan como cuchillos. En el otro lado nos calzamos y, sin entretenernos, otra vez empezamos a andar. El cansancio se nota y la debilidad aún más. Deben ser las doce. Delante de nosotros se levanta una montaña enorme pero vieja [Comalavall], que nos promete una ascensión pesada pero no peligrosa. Es todo matorral. Cuando nos para­mos la mayoría se duerme a pesar de hacer un frío más que regular y llevar los pies mojados porque el suelo también lo está. Descansamos todos sólo unos minutos, pero los hay que llegan a soñar en voz alta. Yo lo hago pero sin llegar a dormir. Sueño cosas absurdas y estúpidas. Hace ya veinticuatro horas que no dormimos y diez que no comemos, y siete que andamos en las condiciones más penosas que pueden imaginar­se.

En la subida del Barranc de Comalavall, escribe:

Esta subida parece que no ha de acabar nunca. Ya casi en la cumbre el Sr. viejo [José Ma Albareda] que va con nosotros cae desfallecido y nos cuesta reanimarle. Mi coñac hace el milagro, y sus compañeros lo cuidan como hermanos.

Y en la bajada por el Barranc de la Muntanya, camino de Fenollet, escribe:

Si la subida can­sa, la bajada rompe las piernas. Ahora vamos más rápido. Llegamos a un desmonte por el que hay que bajar a rastras. Caen piedras, barro y hombres juntos y luego otra vez a su­bir. Ahora poco, pues según dice el guía estamos cerca del final de esta etapa que es una casa [Fenollet], antes de llegar a la cual se adelantará él, como siempre en estos casos, y luego nos llamará. Nos conduce a un corral, nos tendemos en la paja y ahí quedamos dormidos. Es el lunes 29 de noviembre.

Nota.- Este tramo conviene limpiarlo bien y remarcarlo, ya que hace más de 3 años que no se hace mantenimiento y hay puntos muy cerrados por la abundante vegetación y algunas señales están algo difusas. Necesitamos voluntarios que quieran emplear un fin de semana para dejarlo bien acabado!!!