Javier, otro expedicionario del grupo de Málaga, relata así su experiencia:
Hace un par de meses que me plantearon la posibilidad de realizar el Paso de los Pirineos, emulando el recorrido que allá por noviembre de 1937 hizo S. Josemaría con un grupo de jóvenes con la finalidad de salir de la llamada zona roja, reunirse con sus hijos en zona segura y continuar con la necesaria labor de expansión de la Obra.
Cuando me lo propusieron, sin dudarlo acepté la propuesta, pero con la certeza que atendiendo a la fecha fijada, sería harto difícil que mis compromisos profesionales me permitieran iniciar la experiencia. Sorprendentemente y conforme iba acercándose la fecha, ni tenía compromisos profesionales para no iniciar ese camino ni me quedaban excusas para rechazar el plan, en cambio sí tenía cada vez más ganas de empezar a "andar" por esos parajes pirenaicos.
Lo cierto es que el día 24 de Junio llegué a Pallerols con muchas ganas e ilusión, así como con disposición total de aprovechar cada minuto de la experiencia.
La expedición la formábamos un grupo de Málaga y otro grupo de chavales de Valencia, con quien rápidamente se trazaron lazos de camaradería y compañerismo y ello ¡a pesar de la evidente diferencia de edad!
El camino es duro, no existe etapa fácil o suave y el calor de cada jornada hacía aún más dura cada etapa. Pero a pesar de esa dureza, los días no me iban provocando una sensación de acumulación de cansancio o hastío sino que me iba aportando una sensación de tranquilidad y felicidad que ¡no suele ser usual a estas alturas del curso!
Conforme iban avanzando las etapas o conforme la subida se hacía más dura, no lograba quitarme de la cabeza las penurias que debieron pasar S. Josemaría y sus acompañantes, cómo en plena noche, sin medios o las más mínimas comodidades avanzaban por los mismos caminos pero en unas condiciones que en nada se parecían a las mías. ¡No era capaz de quejarme!
Todo camino sirve para pensar, meditar y en este caso hacernos preguntas, ¿Qué quiere Dios de mí? El camino iba retornando no a un paseo por la naturaleza, sino un viaje hacia dentro de mí mismo, un viaje a ese silencio que tanto me falta en mí día a día, una experiencia de acudir a la tranquilidad del Señor. ¿Quizás por ese motivo según pasaban los días, estaba cansado pero contento? ¿Quizá por eso las preocupaciones que traje el día 24 de Junio iban disipándose cada día? Quizás estaba siendo consciente que era el mismo Jesús quien me había traído de la mano a Pallerols para iniciar esta experiencia.
La sensación de felicidad al llegar a Andorra o la emoción al rezar una Salve en la última pradera, ya en tierras andorranas, no hacían más que pensar en mis adentros que quería repetir la experiencia, que debía transmitirla a otros y que en breve volvería a Pallerols acompañado de mis hijos.
Finalmente acabamos ese camino en el Santuario de Torreciudad, donde a pesar de estar cerrado por causalidades de la vida el Rector nos guió por el Santuario y pudimos dar gracias ante Ntra. Madre.
Ahora sentado en mi ordenador y repasando detenidamente los días pasados, llego a la conclusión que la situación que vivieron aquellos que hicieron ese paso de los Pirineos hace más de ochenta años, fue heroica. Ellos mismos quizás no fueron conscientes de lo que estaban haciendo, pero es claro que el título del libro "soñad y os quedaréis cortos" es totalmente providencial.
Llegados a este punto, creo que la experiencia ha sido un regalo del Señor, nada ha sido casual. Y que si el camino realizado en el año 1937 por S. Josemaría fue heroico, no lo fue porque ellos se lo propusieran sino porque fue de Dios, porque la Obra y todo lo que vendría después era realmente de Dios. |