Associació d'amics del camí de Pallerols de Rialb a Andorra
 
La flora del Camino de Andorra 6

A las puertas de Andorra


Una crónica de Octavio Rico

Si la etapa anterior fue un plácido paseo entre bosques ribereños, la que discurre entre los ríos Aravell y Civís se presenta en cambio como un desafío para el caminante, pues durante las casi tres primeras horas del recorrido -hasta alcanzar la Collada de la Torre- todo va a ser un continuo subir y subir, sin apenas tregua. Y es que entre el valle de Aravell y la Collada de la Torre hay que superar un desnivel positivo de unos 850 metros, lo cual no está nada mal para empezar la jornada. A eso hay que añadir que todo ese primer tramo discurre enteramente por la vertiente de solana, de modo que hay que ir prevenidos también frente a posibles riesgos de insolación y deshidratación.

 

En cambio, el segundo tramo de la jornada -desde la Collada de la Torre hasta el río Civís- es como una recompensa al esfuerzo requerido para alcanzar la cota máxima, en el collado. Una recompensa porque, para empezar, el camino discurre ya todo el tiempo en plácida bajada. A eso hay que añadir que durante el descenso se va atravesando un denso bosque de pino rojo cuajado de musgo y rododendro, hasta el punto de que se puede llegar a tener a ratos la sensación de estar caminando sobre una mullida alfombra. En fin, para los amantes de la naturaleza esta caminata es una verdadera gozada; de las que no hay que perderse.

 

Por supuesto, estamos hablando de nuevo de la orientación de las vertientes (solana-umbría) como factor determinante en la composición y distribución de las comunidades vegetales. Así, mientras la encina dulce, bien adaptada al ambiente seco, vuelve a ser la especie dominante en la solana, en la umbría en cambio encontraremos abundancia de pino rojo y un sotobosque húmedo en el que, entre otras especies, crecen a sus anchas el musgo y la azalea (rododendro). La salamandra y el tritón pirenaico son algunas de las especies animales que pueden verse en esta zona, sobre todo en torno a los riachuelos que recorren por todas partes la extensísima vertiente que desciende hasta el fondo del valle del Civís.

 

De la solana, es obligado destacar el protagonismo de los bosques de carrasca (Quercus ilex rotundifolia), en general poco densos. Entre ellos, se descubren algunos ejemplares más o menos dispersos de roble pubescente (Quercus humilis). En cambio, son abundantes los pastos secos en los que destaca la presencia de la estepa de montaña (Cistus laurifolius), con su característica flor blanca, que vive perfectamente adaptada a los terrenos secos y soleados. 

 

A partir de la Caubella comienzan a imponerse en el paisaje los bosques de pino rojo. La ganancia en altura se nota también en la aparición, ya casi llegando a la Collada de la Torre, de algún que otro abedul (Betula pendula), árbol inconfundible por la forma romboidal de sus hojas pendulantes y por el llamativo color blanco-plateado de su corteza. Ya en la Collada, el pino rojo coexiste con las masas de pino negro e incluso con algunos abetos, pero aquel vuelve a recuperar todo su protagonismo conforme descendemos hacia el valle de Civís. En efecto, a derecha e izquierda el camino va culebreando entre densas poblaciones de pino rojo que parecen surgir de un suelo alfombrado de azaleas (Rhododendron ferrugineum), un arbusto que se desarrolla bien en suelos ácidos. El color rosado de las flores acampanadas del rododendro, así como sus lustrosas hojas ovaladas hacen que sea muy apreciado por los naturalistas. De todas formas, quien quiera contemplar al natural las hermosas flores de ese arbusto habrá de volver en verano... Mientras tanto, recomiendo mirar la foto.

 

El descenso por la umbría hasta llegar al valle del Civís es, en fin, un delicioso paseo, en el que tampoco faltan los pequeños bosques de abedul y, ya cerca del río, la vegetación de ribera, entre la que abundan los alisos y los fresnos.

 

En las zonas más húmedas, cerca del lecho del río, se pueden observar algunas especies de helechos, e incluso equisetos del tipo "cola de caballo" (Equisetum hyemale), formando a menudo densas colonias. En tiempo de verano esta es también una buena zona para recolectar fresas y frambuesas (Rubus idaeus) y marcharse a casa con un buen sabor de boca. Como el que suele dejar siempre en los caminantes la culminación de esta jornada primaveral. En la próxima, cruzaremos ya la frontera con Andorra, tierra de acogida por variadas razones, entre las que cabe destacar también la riqueza botánica de sus suelos.

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